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Recientemente hemos leído en prensa cómo las bajas fingidas y el absentismo laboral ha aumentado exponencialmente en los últimos meses. Sobre este incremento hay diversas teorías, ya que este tipo de supuestos han existido siempre, como puede ser la, en parte muy real, depresión y ansiedad a consecuencia de la pandemia.

El miedo puede ser otro de los motivos, y especialmente no ayuda el hecho de que los médicos de atención primaria no estén prestando de forma presencial esa atención, con lo que el control de las enfermedades, reales o no, se hace harto complicado.

Bajas fingidas: su detección y consecuencias

La picaresca con las bajas laborales siempre ha existido, y en España con unos índices bastante altos. Las más complicadas de controlar médicamente son las lumbalgias, dolor cervical, migrañas, y depresiones, aunque existen muchas más.

Sin embargo, por parte del empresario, no es tan sencillo conocer cuánto hay de verdad en cada situación, especialmente cuando es un médico quien las concede. Hace tiempo ya, las mutuas de accidentes, al adquirir más y más amplias responsabilidades al respecto, se han ido involucrando con la contratación de detectives para los casos más sangrantes.

También las empresas, y especialmente en este último año, con las secuelas que va dejando el Covid a su paso, tanto físicas como económicas, y con la ya citada ausencia de atención primaria presencial, han requerido de los servicios de detectives privados.

El fraude, caso de detectarse y poder acreditarse (cosa que sólo será viable si un experto independiente obtiene las citadas pruebas, es decir, un detective privado habilitado y con licencia en vigor) puede acarrear al empleado el despido disciplinario y consecuencias económicas severas de cara a las prestaciones de la seguridad social indebidamente obtenidas.

Los indicios que nos hacen sospechar que una baja laboral no obedezca a una causa real son, entre otros, que el mismo empleado esté constantemente sufriendo bajas, que sean repetitivas y que las patologías sean muy difícilmente demostrables médicamente, como las ya referidas depresiones, jaquecas, lumbalgias etc.

También ayuda a conocer el perfil del trabajador en cuestión y si es conflictivo o ha manifestado su descontento con el empleo, lo que en una pequeña empresa es más sencillo para los responsables, y en las grandes, habrá que recurrir a los encargados u otros empleados que sean de confianza.

Tengamos en cuenta que en nuestro país, el absentismo resulta extremadamente caro a las empresas y administraciones, y es prácticamente imposible demostrar el fraude sin contar con un buen equipo de detectives especializados.

Si las dudas resultan creíbles, es mucho más rentable contratar a una agencia de detectives para que realice el seguimiento. En el caso de las lesiones de espalda, lumbalgias etc. es relativamente sencillo obtener pruebas con un mero seguimiento.

La picaresca laboral llega hasta un cierto límite, y habrá un momento determinado en que el trabajador subirá del súper cargado con las bolsas de la compra, se subirá en una moto, o incluso cargará a su hijo en brazos.

O en su tiempo libre, que ahora tendrá mucho, lava su coche a mano, esmerándose muy bien en limpiar y encerar, por ejemplo, o saldrá a correr o se pasará por el gimnasio. Y ya le han pillado. Un par de fotos o un video, y el testimonio del detective es posible que ni siquiera sea necesario.

En casos tan flagrantes, con el mero informe del detective, el trabajador suele claudicar y pedir la baja voluntaria ante la posibilidad de fuertes sanciones pecuniarias por daños y perjuicios. Pero claro, siempre hay de todo, y especialmente si nos encontramos con empleados de gran antigüedad en la empresa, representantes sindicales etc.

Por eso, el trabajo del detective siempre debe ser impecable desde el inicio, ya que cabe la posibilidad de que sí haya de acudir al juzgado porque el trabajador impugne su sanción, que normalmente será el despido.

Los que sabemos un poco del tema, conocemos a algún iluminado que estando de baja médica, se dedica a poner copas en el bar de su cuñado por las noches, que los hay, o incluso a hacer portes con su coche en su descanso.

Seguramente llegados a este perfil de persona, el empresario habrá tenido ya alguna llamada de atención por parte de un compañero o varios, que han visto al susodicho en actividades poco compatibles con una baja, porque recordemos que el que abusa de este derecho lo hace a costa de la empresa, de la seguridad social, y de sus compañeros. Sin pudor y sin remordimientos.

Pero involucrar al personal de la empresa en un procedimiento de este tipo nunca es buena idea, no sólo por el coste emocional y personal del testigo, sino que puede perder (injustamente) la confianza del resto de compañeros, y como implicado en parte, su testimonio no será todo lo imparcial y creíble que se necesita en un pleito.

Cualquier buen abogado puede machacar al testigo en dos preguntas, y si el tipo en cuestión es de mal talante, incluso puede jugarse el tipo. Y una vez fracasado el despido ante la presunción de inocencia, el defraudador, bien asesorado, se aferrará a cierta indemnidad frente a posibles sanciones posteriores por cualesquiera hechos.

Hay casos de auténticos expertos en el fraude de las bajas y es por ello que necesitamos de un buen equipo independiente que haga su trabajo. Hay bajas que son especialmente complicadas de demostrar incluso para un experto, como son las depresiones, ya que en ocasiones, es el propio psiquiatra quien anima al enfermo a desconectar.

Pero también en estos casos, con un buen seguimiento acabará cometiendo un error, porque uno no puede fingir las 24 horas de día, y llegará un momento en que publique fotos en redes, suba comentarios, o haga una escapadita risueña poco compatible con una depresión auténtica.